Enrique Reynaud Garza, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, reveló que también se analiza en esa especie la percepción del dolor, denominada "nocicepción", que si bien es característica de los humanos, las moscas tienen los mismos receptores.
Investigadores de la UNAM analizan el cerebro de la mosca de fruta para estudiar las bases genéticas del comportamiento animal, incluido el humano, a fin de encontrar curas a enfermedades como el mal de Parkinson.
Enrique Reynaud Garza, investigador del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reveló que también se analiza en esa especie la percepción del dolor, denominada "nocicepción", que si bien es característica de los humanos, las moscas tienen los mismos receptores.
Explicó que se utilizan moscas, porque al igual que un automóvil a escala, es menos complicado estudiar el cerebro de este insecto que tiene 200 mil neuronas que el del hombre con 200 mil millones de estas células.
Aunque los animales no piensan, tienen procesos neuronales que les permiten elegir situaciones convenientes, que son más fáciles de estudiar en los insectos porque se pueden tener cientos de familias de moscas mutantes independientes, lo que sería imposible conseguir con otras especies, expuso.
Puso como ejemplo que "nuestra especie puede realizar actividades diferentes a los insectos, pero éstos resuelven los mismos problemas básicos que nosotros, como buscar y elegir su alimento por medio del olfato".
Reynaud Garza indicó que en estudios relacionados con el mal de Parkinson se construyeron moscas transgénicas con secuencias de ADN humano, y se observaron los caracteres involucrados en el proceso de destrucción de esas células y con ello se espera entender qué sucede en el progreso de ese padecimiento.
De igual forma, se llevan a cabo investigaciones para entender la consolidación de la memoria mediante el entrenamiento de moscas, similar al de los perros de Iván Pavlov, a partir de la ley del reflejo condicionado.
El especialista precisó que el objetivo es que el insecto asocie un choque eléctrico con un aroma en particular para que lo relacione con el dolor y trate de evitarlo.
"Con este experimento se comprobó que si deja de funcionar la estructura del cerebro involucrado en este aprendizaje, los insectos permanecen donde perciben el aroma, mientras que los demás van del lado opuesto", detalló. México, D.F. Notimex (Milenio)
lunes, 25 de mayo de 2009
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